Vale que la popularizaron en los años 60 del siglo XX cantautores anglosajones y norteamericanos como Bob Dylan, Simon & Garfunkel o Joan Baez pero en realidad, la música folk la crearon en Estados Unidos inmigrantes en su mayoría europeos, sobre todo procedentes de los países nórdicos. Tras varias décadas como un estilo minoritario, ahora grupos y artistas muy jóvenes de la zona boreal están volviendo a poner al folk en el lugar importante en el que siempre ha merecido estar.
A algunos les recordará a un mundo hippie, a otros a reivindicaciones culturales nacionalistas o regionalistas con un fuerte componente político. Sin embargo, el nuevo folk nórdico no tiene ni lo uno ni lo otro sino que mezcla la estética cuidada y preciosista de los paisajes sonoros del Norte de Europa con la constante búsqueda de las raíces musicales de Islandia, Noruega o Suecia. Con motivo de la celebración del 4º Reykjavík Folk Festival, dedicamos un programa especial a este estilo tan en boga. Puedes escucharlo haciendo clic en este enlace.
El Reykjavík Folk Festival nació en 2010 tras un concierto de la South River Band, un grupo que entonces llevaba ya 10 años tocando melodías procedentes del acervo cultural islandés. Ellos mismos pensaron que el aniversario podían celebrarlo además creando un festival en el que tuvieran cabida al menos una parte de los muchos artistas que tocaban folk en pequeñas salas de la isla. La cuarta edición ha tenido lugar en marzo de 2014 en el acogedor y bullicioso Kex Hostel de la capital islandesa, y a su escenario se ha subido, por ejemplo, uno de los máximos exponentes nacionales de este estilo: Snorri Helgason.
Desafiar a la gravedad con saltos de esperanza (folk)
«Tiene afición por saltar, por dejarlo todo atrás, salir adelante y aceptar lo que venga, por el concepto kierkegaardiano de desafiar-a-la-gravedad-con-saltos-de-esperanza». Filosofía nórdica para definir la música de Snorri Helgason, artista islandés empeñado en evolucionar, avanzar y experimentar pero con los pies fuertemente arraigados a la tierra, al folk. A los 19 años decidió dejar su trabajo como dependiente en una tienda de discos y dedicarse a aquello que tanta satisfacción le daba como oyente: la música. Formó parte del exitoso grupo Sprengjuhöllin, lo dejó en la cresta de la ola (por aquello de su afición a los saltos al vacío) y emprendió carrera en solitario. Su segundo trabajo, ‘Winter Sun’, puso a Snorri en el candelero del pop y el folk de Islandia. El tercero y último hasta la fecha, ‘Autumn Skies‘, es el resultado de intensas sesiones junto a una banda formada por importantes músicos del país, amigos como Sin Fang y Mr. Silla (de la banda múm) y componentes de otros grupos como Hjaltalín o Amiina. La formación ya tiene nombre propio: The Snorri Helgason Band.

Precisamente Amiina es otra de las grandes formaciones folk de Islandia desde hace más de una década. En principio formado por cuatro compañeras de la Escuela de Música de Reykjavík, el ahora sexteto de cuerdas se ha establecido como el mejor exponente del pop folk de la isla. Trabajaron la sección de cuerdas de Sigur Rós en varias giras y discos, y tras un puñado de singles y EPs, debutaron en el mundo discográfico en 2007 con ‘Kurr’, que según The Guardian supuso un disparate de todo tipo de instrumentos «en un extraño lugar entre la inocencia y la sofisticación», algo que define perfectamente a Amiina en todo su trabajo hasta la fecha. En 2013 se embarcaron en un proyecto que les llevó a componer y tocar en faros de la costa de Islandia, del que resultó el delicioso disco ‘The lighthouse project’.
Los que se encuentran en plena carrera de despegue son los noruegos Highasakite. En abril de 2014 sale a la venta en todo el mundo su primer álbum ‘Silent Treatment‘, aclamado por la crítica de su país. Sus canciones son básicamente pop, pero cuentan con ese toque especial que les da el acercamiento (tan indie) al folk. Aunque su cuartel general está en Oslo, el grupo se originó en el Conservatorio de Jazz de Trondheim y su alma mater es la cantante y percusionista Ingrid Helene Havik, que tiene como referentes musicales a nombres tan dispares como Fever Ray, la griega Diamanda Galás o las Voces Búlgaras. Todo ello queda patente en ‘Silent Treatment’, todo un lujo sonoro para los oídos más exigentes.
Si algo define al folk (en este caso al folk nórdico, claro) frente al pop, al rock o a los sonidos electrónicos, es que se trata de una música 100% orgánica, unida a la Naturaleza y a las tradiciones. El dúo sueco Solander es el mejor exponente. Anja y Fredrik acaban de lanzar su tercer álbum ‘Monochromatic Memories’ que, a pesar de contar con una fuerte base de sintetizadores, gracias a las percusiones, las guitarras y las voces, consiguen hacernos pensar en paisajes reales, tanto físicos como sentimentales. Ellos mismos definen su sonido como «una búsqueda constante de cimas más altas y bosques más profundos» con una meta: la Belleza.

Cerramos el círculo folk volviendo a Islandia, tomando un café en el Kex Hostel mientras escuchamos alguno de los conciertos acústicos en pequeño formato de lo más granado de la escena nórdica del Reykjavík Folk Festival. Nos da tiempo para reflexionar sobre algo que llama mucho la atención: muchos de estos grupos, que no cuentan con centenares de miles de seguidores y ventas masivas de discos, realizan giras por cantidad de ciudades norteamericanas tocando en salas más o menos prestigiosas, pero tocando al fin y al cabo en un mercado al que parece muy difícil entrar. La punta de lanza en el sentido comercial del tema son las suecas First Aid Kit, de las que ya hablamos en otra entrada del blog. La reflexión es que realmente existe un puente cultural entre los sonidos nórdicos y los estadounidenses, parece evidente pero, ¿sería posible ese trasvase de grupos y música folk con la zona mediterránea de Europa?