Estocolmo en tres días y medio (II)

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90 horas en la capital sueca dan para mucho. A pesar de que anochece muy pronto, Estocolmo ofrece al visitante mil y un planes con los que disfrutar de la ciudad en invierno. Y más aún durante la época navideña. Si en la primera parte de la crónica de nuestro viaje te hablamos de paseos culturales, patinaje sobre hielo y bailes discotequeros, no te pierdas lo que vivimos durante la segunda…

Como queremos acercarte nuestra experiencia de la manera más real posible, te ofrecemos a continuación un viaje multisensorial por Estocolmo. Además de leer nuestras aventuras por la ciudad, acompañamos el texto con fotos y lo que es más interesante: sonidos reales que hemos grabado por las calles, plazas y todo tipo de lugares de la ciudad, salpicado además por la mejor música navideña nórdica actual, en clave de pop, jazz, indie, folk… Ponte los auriculares y déjate llevar:

Día 2 • Naturaleza, libros subterráneos y un templo de sabiduría

La mañana del segundo día la ocupamos con una actividad muy especial: un crucero por el archipiélago de Estocolmo a bordo de un barco de comienzos del siglo XX. El S/S Stockholm fue botado en 1931 para cubrir el servicio postal y de paquetería entre Kalmar y Färjestaden. Más tarde, lo adquirió una compañía finlandesa para reconvertirlo en ferry, y en 1998 lo compró Strömma, uno de los grandes operadores turísticos de Estocolmo. La nave fue restaurada y, desde entonces, ha estado muy ligada a la familia real sueca: en el año 2000, el rey Carlos Gustavo de Suecia le dio su actual denominación, y en 2013 transportó a la recién casada princesa Magdalena y a su marido desde Riddarholmen hasta el palacio de Dröttningholm, donde tuvo lugar el banquete nupcial.

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Momentos antes de subir al S/S Stockholm

Ahora, el S/S Stockholm parte cada fin de semana de los muelles de Strändvagen en un recorrido turístico por el archipiélago. Tres horas de navegación entre las islas e islotes al este de la capital que dan una idea de la espectacular naturaleza que rodea a Estocolmo. Además, se da la posibilidad de degustar a bordo un auténtico smorgasbord o brunch de platos suecos, que en Navidad se convierte en julbord, con recetas típicas de esta época (se paga aparte). Los más valientes o los que no tengan hambre, pueden salir a cubierta y disfrutar de las vistas: aguas brumosas, mansiones y casitas solitarias de madera pintadas en colores llamativos, que sirven de segunda residencia a los capitalinos durante los meses de verano. La ruta llega hasta Växholm y su imponente fortaleza a pie de mar. Allí, el barco da la vuelta encarando la lenta y perezosa puesta de sol del invierno en el horizonte, que al final acaba cortándose con la silueta de las iglesias de Estocolmo.

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Cuenta la leyenda que el temido mariscal del ejército prusiano Helmut von Moltke, que vivió una larga sucesión de enfrentamientos bélicos de su país con Suecia, solo sonrió dos veces en su vida: una, cuando le informaron de la muerte de su suegra; la otra, al ver por primera vez la fortaleza de Växholm.


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De vuelta en Strandvägen, bajamos del S/S Stockholm mientras anochece (son las 3 de la tarde). Apenas tenemos que caminar tres manzanas para llegar a nuestro próximo destino, cuando nos vemos asaltados en Berzelii Park por una manada de enormes alces luminosos, parte de la decoración navideña de Estocolmo. Tras su estela, aparece la fachada del museo Hallwyl, en Hamngatan 4. Aunque no es uno de los lugares más conocidos de la capital sueca, esta mansión de 1900, antigua residencia de Wilhelmina y Walther von Hallwyl esconde la mayor colección privada de arte del país. Sus lujosos salones, la escalinata, el comedor principal, la sala de fumar o la sala de billar se encuentran plagados de óleos, tapices, armaduras, armas y porcelanas chinas que dan al visitante una idea de cómo vivía en la época una de las grandes familias burguesas de Estocolmo.

El palacio Hallwyl sirve de puerta de entrada al barrio más exclusivo y lujoso del centro de la capital: Östermalm. Los edificios señoriales junto a los muelles de Strandvägen dan paso a un puñado de calles rectas y estrechas, jalonadas por las tiendas más exclusivas de la ciudad. Escaparates de último diseño de marcas suecas e internacionales de moda, muebles, decoración… El paseo deriva en una sensación de exquisitez al avanzar hacia el norte por Nybrogatan. En la esquina con Östermalmstorg encontramos Östermalms Saluhall, un mercado gastronómico situado en un espectacular edificio de 1888, el paraíso de los adictos a la gastronomía de gourmet. Actualmente se encuentra en restauración (se prevé que vuelva a abrir en verano de 2018). Sin embargo, a escasos metros, en el centro de la plaza, se ha construido un edificio provisional de una sola planta con las tiendas y gastrobares del Saluhall original. En sus puestos podemos encontrar quesos, carnes, curados, frutas y confituras de primera calidad… aunque no aptas para cualquier bolsillo. Llaman especialmente la atención los puestos de pescado, marisco y ostras francesas y los de platos delicatessen.

Con los sentidos funcionando a pleno rendimiento, y un poco más al Norte en la misma calle, nos encontramos con el hotel Mornington, fundado en 1973. Nos quedamos prendados de su hall-restaurante forrado de libros, como si fuera una biblioteca conviviendo con el humo de los guisos. Ediciones en todos los idiomas de clásicos de la poesía, novelas y ensayo. Nos cuentan que incluso hay una bibliotecaria, Eva, que revisa y renueva constantemente el fondo de más de 4000 volúmenes. Una vez a la semana, a la hora de cenar, amenizan la velada diferentes formaciones musicales de jazz. Los libros en este «hotel cultural» van más allá del hall y del restaurante. Cada habitación cuenta con su propia minibiblioteca. ¿Para qué tener un minibar cuando se puede disfrutar de la lectura?

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El lobby del hotel Mornington, con sus columnas forradas de libros
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Una biblioteca casi oculta en los pasillos del metro

El que piense que lo de los libros en un hotel es mero «postureo» en la zona posh de Estocolmo, solo tiene que descender al metro en la cercana estación de Östermalmstorg. Allí, entre pequeños cafés de paso y máquinas expendedoras, se esconde el acceso a una biblioteca pública, como puedes ver en la foto.

En el metro de Estocolmo, uno puede encontrarse con casi de todo: la mencionada biblioteca, tiendas, cafés… ¡Hasta un centro de ocio para jubilados de lo más hipster! Pero si por algo destacan los 110 kilómetros de recorrido subterráneo del Tunnelbanan es por el Arte. Como ya te contamos en su día, en los años 50 del pasado siglo la artista Vera Nilsson fraguó la idea de crear la galería subterránea de Arte más larga del mundo en las estaciones del metro. Sin ir más lejos, los andenes de la de Östermalmstorg, inaugurada en 1965, se encuentran decorados con murales que simbolizan los derechos de la mujer, la paz mundial y el movimiento ecologista.

Aprovechamos para visitar otras estaciones de la red. Las más espectaculares se sitúan a lo largo de las líneas roja y azul y son las que fueron terminadas con las paredes y techos de roca vista. La de Stadion, en las cercanías del recinto deportivo que acogió los Juegos Olímpicos de Estocolmo en 1912, fue diseñada en los años 70 por Åke Pallarp y Enno Hallek, que jugaron con los colores tradicionales de los anillos olímpicos. La de Rådhuset, al lado del Ayuntamiento, también aprovecha la estética de la arquitectura orgánica. Los colores rojizos usados por Sigvard Olsson y las esculturas a modo de columnas gigantes dan la sensación de estar ante las puertas del infierno. Otras paradas de visita obligada son T-Centralen, con sus pinturas azules y blancas creadas en los años 50 por la propia Vera Nilsson, y Kungsträdgården entre cuyos pasillos podemos encontrar piezas simulando las ruinas que una vez hubo en el lugar. ¿Sabes cómo suena el metro de Estocolmo? Escúchalo en el minuto 16:40 de nuestro reproductor mientras ves las fotos de estos lugares.

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El metro de Estocolmo tiene sus propios espíritus. Hay quien se asusta cuando escucha el nombre de Silverpilen «La flecha plateada», un tren fantasma de los años 60 formado por 8 vagones que dejó de funcionar hace tiempo… al menos oficialmente. Según una leyenda urbana, los trabajadores del metro y algunos usuarios lo han visto circular de noche y a gran velocidad, blanco y reluciente, sobretodo atravesando túneles abandonados. Incluso se comenta que, a veces, ha parado a recoger pasajeros y nada más se ha vuelto a saber de ellos. Las habladurías señalan que cuando bajan de los vagones ya son espíritus, y suelen hacerlo en la estación en desuso de Kymlinge. De ahí la expresión «Sólo los muertos se bajan en Kymlinge».


Está claro que Estocolmo es una ciudad que rebosa cultura. Damos buena cuenta de ello visitando dos edificios muy diferentes entre sí, casi a punto de acabar el día, y que suelen salirse de las habituales rutas turísticas.

Uno es Stadsbiblioteket, la Biblioteca Pública, levantada en un impresionante edificio de hormigón y ladrillo cuyo cuerpo central es un cilindro rematado por una bóveda bajo la que se disponen las estanterías de la sala principal. El arquitecto Erik Gunnar Asplund lo diseñó durante los años 20 del pasado siglo, en el estilo que lo caracterizó como precursor del movimiento moderno en Suecia: líneas sencillas, interiores espaciosos y carencia de elementos decorativos. Llama la atención cómo los libros se ven ya antes de entrar. desde la calle, al fondo de un gran corredor que va ascendiendo, como diciendo al visitante que lo que se encuentra al final, allá arriba, es el poder del conocimiento y la sabiduría, «conocimiento para todos».

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El otro edificio es Kulturhuset, en plena Sergels Torg, la plaza que funciona como el corazón de la Estocolmo moderna, comercial y empresarial. A diferencia de la Stadsbiblioteket, Kulturhuset es un edificio transparente, de paredes de cristal, dispuesto en varias plantas de altura pero con líneas horizontales que, estéticamente, recuerdan al Centro Pompidou de París. Inaugurada en 1974, la «Casa de la Cultura» alberga salas de exposiciones, de teatro y conciertos, un teatro de marionetas (no solo para niños), estudios de danza, cines, cafeterías, restaurantes y una pequeña biblioteca que supone un concepto distinto al de la Pública de Estocolmo pero igualmente llamativo. En ella no hay que guardar silencio. El público es meramente juvenil y las estanterías de libros conviven con mesas para practicar costura, impresoras 3d, espacio para bookcrossing y unas gradas en las que los chicos se reúnen en grupo para descansar, relajarse o debatir sobre todo tipo de temas.

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Luces navideñas delante de Kulturhuset

Al otro lado de las paredes acristaladas de Kulturhuset refulgen las luces navideñas de la bulliciosa Sergels Torg. Se trata de un imponente espacio rectangular a dos alturas, la de la superficie, y otra 10 metros más abajo que surge a mitad de plaza, llamada Plattan. La historia de la planificación y construcción de esta plaza es el resultado de varias décadas de discusiones y proyectos que comenzaron a toma forma a finales de los años 20 del pasado siglo. Una de las polémicas más llamativas fue la de la elección del nombre. Aunque en un principio iba a llamarse Malmstorg (Plaza del Mineral), finalmente se impuso la propuesta promovida por Evert Taube para dedicarla al escultor del siglo XVIII Johan Tobias Sergel.


Evert Taube (1890-1976) ha sido uno de los compositores y cantantes más reconocidos de Suecia, considerado como el trovador de la balada tradicional sueca. Su figura guarda una especial relación con el mundo latino, ya que recaló en Argentina en la década de 1910 y se dejó seducir por los ritmos del tango y el folclore latinoamericano. De hecho, fue el introductor del tango en Suecia en los años 20. Desde 2015, su rostro aparece en los billetes de 50 coronas, entre los de Astrid Lindgren (20 coronas) y Greta Garbo (100 coronas).


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Sergels Torg, con sus dos alturas y los alces navideños a la izquierda

¿Recuerdas que durante el día 1 nos encontramos con una manada de alces luminosos en Nybroplan? En Sergels Torg hay otra, una pequeña familia que pasta sobre el cemento, delante de un bosque  de coníferas igualmente luminosas. Nos proponemos entonces seguir desde allí un sendero de luces navideñas. ¿Nos lo inventamos? No hace falta: el Ayuntamiento de Estocolmo ha creado un mapa con una ruta de calles adornadas con motivos de esta época del año. Desde Sergels Torg tomamos la peatonal Drottninggatan (puedes escuchar cómo suena en el min. 30:30 de nuestro reproductor). Giramos a la derecha por Mäster Samuelsgatan y más tarde, de nuevo a la derecha por Jakobsbergsgatan. En el trayecto nos amparan enormes piñas destelleantes, bolas de nieve, estrellas… Y hasta podemos besarnos bajo un arco de muérdagos de luz. En total, 35 calles y plazas alumbradas por 710.708 bombillas energéticamente eficientes (¡hola, estamos en Suecia!).

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La mansa manada de alces en Nybroplan

Acabamos la ruta navideña y el día atraídos por el sonido de una música instrumental que suena a lo lejos, entre una gran aglomeración de gente. Son los escaparates de NK, Nordiska Kompaniet, unos imponentes y lujosos grandes almacenes fundados en 1902 y que ocupan un inmenso edificio de época en Hamnsgatan. En Navidad, los escaparates principales (abre bien los oídos en el min. 31) se convierten en teatrillos mecánicos con personajes de cuento que se mueven ante la mirada embobada de cientos de niños con la nariz pegada en las cristaleras y los ojos muy abiertos.

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Como ellos, nos vamos a la cama con la extraña sensación de que Santa Claus nos observa desde el otro lado de la ventana… Será el cansancio.

Día 3 • De las profundidades del Báltico a tocar el techo de Estocolmo

Lo que nos gusta de los viajes es no saber cómo vamos a acabar el día, a pesar de empezarlo con cierta planificación. Y Estocolmo es una de esas ciudades en las que puedes dejarte llevar por la intuición y las sensaciones, tomar caminos que no estaban previstos, trenes a los que no esperabas subir, barcos con los que no te esperabas encontrar.

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Stadshuset, el Ayuntamiento, desde una vista poco frecuente

Empezamos el día en una de esas visitas obligadas: Stadshuset, el Ayuntamiento, y más cuando apenas faltan unos días para que se entreguen los Premios Nobel en su Sala Azul (aunque sin la presencia de Bob Dylan, todo sea dicho). Situado en la isla de Kungsholmen, a orillas del lago Mälaren, el Ayuntamiento, con su altísima torre de 106 metros de altura, se ha convertido en la silueta más reconocible del skyline capitalino. Diseñado por el arquitecto Ragnar Östberg a comienzos del siglo XX, toda la fachada del edificio está recubierta por 8 millones de ladrillos rojos caravista, y anuncia un eclecticismo de estilos (neogótico, funcionalista, historicista) que se agudiza en el interior. Como muestra, la Sala Azul y su patio de inspiración renacentista, o el famoso Salón Dorado con sus 18 millones de teselas que cuentan capítulos de la Historia de Suecia.


Junto al grandioso edificio, patio municipal de todos los holmienses, aparecen otros monumentos más discretos pero que también rebosan historia, como el Väinö, un barco que se confunde con otros tantos atracados junto a Stadshuset. Botado hace más de 100 años en Rusia como un remolcador de vapor, fue posteriormente adaptado como yate-velero para ser usado por algunos oficiales del zar Alejandro. Tras la Revolución de 1917, unos cuantos funcionarios lo emplearon como vehículo para escapar de los bolcheviques a través de los lagos de Finlandia, donde sirvió durante décadas de transportador de madera. No sabemos cómo acabó a la sombra de la torre del Ayuntamiento de Estocolmo.


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El viejo Väinö, y de fondo Gamla Stan

Paseando por la orilla, entre los barcos y la fachada de Stadshuset, divisamos en el horizonte la silueta de Gamla Stan, el corazón medieval de la ciudad que nos envolvía en su magia un par de noches atrás. Decidimos recorrerlo a plena luz del día y nos sorprende encontrarnos con un lugar diferente, bullicioso, colorido, repleto de pequeñas tiendas y pubs y gravitando, en esta época del año, en torno al mercadillo navideño de Stortorget, la plaza central de la isla, con sus típicos edificios de colores llamativos, construidos en el siglo XVII (aquí tienes, en sonidos, el mercadillo de Stortorget mientras caminamos: hora 1:21:20).

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Antes de abandonar Gamla Stan, ¿has adivinado ya en qué punto se encuentra la estatua conmemorativa de Evert Taube? Pista: está cerca del muelle de Slussen, donde volvemos a tomar, en dirección contraria, el ferry de la línea 82 que dos días antes nos trajo hasta aquí desde Djurgården. Nuestro objetivo: visitar el museo más conocido de la ciudad, el que está en el top, el que no puedes dejar de ver antes de irte de Estocolmo: el Museo Vasa. Su interior acoge un único reclamo, una pieza que no se puede encontrar en ningún otro lugar del mundo, el único barco del siglo XVII que ha sobrevivido hasta nuestros días. Es un gran buque de guerra (dicen que el mayor construido hasta aquel momento) que iba a convertirse en la insignia de la poderosa flota naval sueca y que naufragó… ¡apenas unos metros más allá del puerto! En los años 60 del siglo XX fue rescatado de las profundidades del Báltico y, tras una minuciosa labor de limpieza y restauración, recuperado para su exposición. El museo se organiza en torno al barco, en varias plantas que recorren los 52 metros de altura que hay desde el palo mayor hasta la quilla, y permite hacerse una idea de las durísimas condiciones de vida de los marineros en alta mar (y en cambio, los lujos a los que estaban acostumbrados los almirantes y gerifaltes).

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La popa del Vasa, en restauración

A la salida del Vasa, ya al atardecer, llama la atención la forma de un gran edificio que parece sacado de una película de Tim Burton. Más aún porque a sus pies se sitúa un cementerio en el que descansan los restos de oficiales de marina y personas vinculadas a la navegación. Lo que se encuentra detrás es el Nordiska Museet o Museo Nórdico. Fundado hace más de 100 años por el mismo creador de Skansen (¿lo recuerdas?). Su arquitectura está inspirada en el palacio danés de Fredriksborg y en su interior se encuentra una exposición permanente de las tradiciones y el folclore sueco desde la Edad Media hasta nuestros días, con una sala exclusiva dedicada al pueblo sami.

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El Nordiska, tras el pequeño cementerio marino

Y entre historia y museos y tradiciones y lápidas nos damos cuenta de que la tarde avanza, nuestra última tarde en Estocolmo y apenas conocemos el barrio en el que nos alojamos, Södermalm, famoso por ser el escenario de la trama de la saga Millennium, escrita por Stig Larsson. Más allá de los lugares por los que transitaba Lisbeth Salander, Södermalm se ha convertido en la isla de moda en Estocolmo, uno de esos sitios que se puede calificar con todo tipo de angliscismos: trendy, cool, hipster, boho-chic. El corazón creativo de la capital late al sur de Folkkungagatan, en el distrito llamado SoFo (South of Folkkungagatan, igual que el SoHo neyorquino significa South of Houston Street).

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Advertencia en el Scandic Malmen, en SoFo

A diferencia de otras zonas hipster de ciudades como Berlín, Londres o la propia Nueva York, y como ocurre con todo en Estocolmo, la bohemia de SoHo es refinada, poco estridente, elegante y cuidada. Y entre restaurantes ecológicos, galerías y peluquerías decoradas con arte urbano y graffittis, recordamos que nuestra anfitriona, la adorable Lidia, nos comentó el primer día que ahí cerca, entre SoFo y el lugar en el que dormimos, hay un rascacielos (en Estocolmo no abundan los edificios altos) que es una residencia de estudiantes pero que cuenta con un restaurante bar en el último piso.

5 minutos después nos encontramos subiendo en el ascensor de Skatteskrapan hasta llegar a Himlen, que traducimos como el Cielo, un establecimiento de etiqueta (la cerveza más barata está a 7,5 €) en el que lo mejor son las vistas de 360 grados sobre toda la ciudad. No está mal esto de terminar el viaje a Estocolmo tocando el cielo con los dedos…


Skatteskrapan significa «El rascacielo de los impuestos», ya que en un primer momento albergó las oficinas centrales de la Agencia Tributaria de Suecia. Tiene 86 metros de altura, 26 plantas y, hasta 1964, fue el edificio más alto del país. Rivaliza por el cielo de Södermalm con Söder Torn, una torre residencial cilíndrica muy cercana que mide exactamente lo mismo, solo que con dos plantas menos. El rascacielos más alto del centro de Estocolmo es el que se construyó para la sede del Dagens Nyheter en Kungsholmen. Mide prácticamente lo mismo que las dos anteriores. ¿Quién se lleva la palma? La centenaria torre del Ayuntamiento con sus 106 metros de altura, aunque a las afueras de Estocolmo, en el barrio de Kista, ya hay otras dos construcciones recientes que la miran con holgura desde arriba. 


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La noche de Estocolmo a nuestros pies, desde Himlen

Epílogo

A la mañana siguiente, recorriendo el camino de vuelta al aeropuerto de Arlanda en el tren de cercanías, hacemos balance de estos tres días (y medio) tan intensos. En los momentos previos al viaje las expectativas estaban muy altas. Tanto que éramos conscientes de que cuando se espera algo muy bueno se corre el riesgo de decepcionarse con facilidad. ¿Ha estado Estocolmo a la altura? No. La ha superado. La sensación constante ha sido que nos han faltado muchas cosas por ver, y lo que es más importante para valorar si la experiencia de un viaje ha resultado satisfactoria, querer volver para descubrir esas cosas.

Nos ha quedado claro que Estocolmo es una ciudad que respira arte, diseño, naturaleza y amor por la cultura. Y también que, en cuanto a la cuestión pecuniaria, es algo más asequible para el visitante de lo que pensábamos en un principio. Ya hemos hecho referencia al tema del alojamiento y el transporte. Y si hablamos de la comida, nos ha sorprendido la inmensa variedad de posibilidades que ofrece la ciudad. Podemos gastar poco comiendo en puestos callejeros, desde perritos calientes, porciones de pizza hasta kebabs y comida tailandesa ‘take away’. También encontramos bufés chinos y las típicas cadenas de comida rápida (y las hamburgueserías suecas Max, un auténtico descubrimiento), bistrós y restaurantes de precio medio con gastronomía de todos los lugares del mundo: italianos, griegos, vietnamitas, etíopes, franceses, españoles, mexicanos… También, cómo no, establecimientos en los que simplemente admiramos la carta desde lejos por los precios prohibitivos.  En cuanto a los horarios para comer y cenar hay de todo, pero no es necesario adaptarse a los ritmos suecos (eso sí, en un restaurante de carta será difícil que nos atiendan a partir de las 22:30).

Quien pasee por el centro de Estocolmo, compre en una tienda, baje al metro… podrá comprobar algunas características del ‘nordic way of life‘. Descubrimos que bullicio o aglomeraciones de gente no significa griterío, y nos sorprendimos por la enorme cantidad de padres (hombres) jóvenes empujando carritos de niño en cualquier barrio… sin la compañía de la madre. En algunos lugares del mundo, la conciliación familiar y laboral de la mujer es una realidad.

Y, finalmente, nos dimos cuenta de que Estocolmo tiene que ser dos ciudades diferentes en invierno y en verano, mucho más que en el caso de otras capitales. En diciembre resulta curioso que se haga de noche a partir de las 15:30. A uno le entran ganas inconscientes de cenar… Cuando en realidad acaba de pasar la hora de comer. Vivir la Navidad a la sueca también es sorprendente, con todas sus luces, sus villancicos, sus mil y un conciertos de corales, bufés navideños y todo tipo de actividades relacionadas con esta época del año. Pero suponemos que en verano cobra protagonismo la Naturaleza, el sol, esa comunión entre bosques, arquitectura y canales. Habiendo comprobado los rigores del invierno, no es de extrañar que en verano los holmienses se echen a las calles y a los parques, cargados con manteles y bolsas de picnic, para disfrutar del aire libre y del Sol de Medianoche. Tendremos que volver para contarlo…

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3 comentarios sobre “Estocolmo en tres días y medio (II)

  1. Hola! Los sigo desde Buenos Aires! Me encanta esta página ya que ayuda a promover la cultura nórdica en habla hispana. Excelente reseña de Estocolmo, ojalá algún día pueda conocer esa maravillosa ciudad.

    Saludos!

    Mariana

    Le gusta a 1 persona

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