Roald Dahl se lee mejor en la sauna

Remedio contra el frío nórdico: sudar en una sauna y leer cualquier libro de Roald Dahl. Desnudar cuerpo y mente. Soñar con la música de princesas de cuento como Jenni Vartiainen o Greta Svabo Bech. Poner banda sonora a una trama de misterio, como los suecos JUNIP o a una historia para huir de este mundo a ritmo de vals, como Orelipoiss. Pasa, lee y escucha…

Hace más de 7000 años, los antiguos finlandeses inventaron la palabra «löyly» para designar el vapor que se obtiene al arrojar agua sobre piedras muy calientes. Al menos desde entonces llevan disfrutando de ese rito social, saludable y terapéutico llamado sauna; de un pequeño refugio de madera oculto en el bosque en el que resulta imprescindible desnudarse para poder acceder a él. De desnudeces musicales, literarias y saunísticas va la quinta entrega de Hemisferio Boreal:

Hablamos de refugiarnos y desnudarnos. ¿Por qué no hacerlo también intelectualmente? Una herramienta buenísima para conseguirlo: un libro de Roald Dahl. Cualquiera de los del autor británico de ascendencia noruega causa esa extraña sensación de que puede ser leído por un niño (un niño lector, claro), o por un adulto. El contenido de ‘Las Brujas’ o ‘Charlie y la Fábrica de Chocolate’ tiene tanto de dulce como de siniestro, como la propia vida de su autor, que de pequeño perdió a su hermana y a su padre pero supo ser feliz viajando, pilotando aviones, conociendo África y el Mediterráneo y escribiendo cuentos e historias.

Una sesión de sauna, la lectura de un libro de Roald Dahl. Formas de recogimiento. También las hay musicales. JUNIP es un ejemplo. Chico sueco de nombre y apellido hispanos que triunfa en el género cantautor: José González. Sus canciones se escucharon en medio mundo gracias al impulso en difusión de un anuncio televisivo. Posteriormente formó un dúo con Tobias Winterkorn y se lanzó a la búsqueda de nuevos sonidos. El resultado es el de canciones como ‘Line of Fire’ (puedes escucharla en el programa pinchando arriba) que fue escogida para ilustrar melódicamente un capítulo de la multipremiada serie americana ‘Breaking Bad‘.

Otro ejemplo de recogimiento musical: Greta Svabo Bech. ¿Quién en su sano juicio puede dejar una prometedora carrera como cantante en los Estados Unidos y volverse a vivir al campo, a las raíces, y dedicarse a componer a su libre albedrío? Fue nominada en 2011 al Grammy a la mejor grabación dance, entró en la casi inexpugnable lista Billboard, colaboró con Ludovico Einaudi, escribió para el nuevo álbum de Cher (sí, Cher) el tema ‘My Love‘… Y un buen día decide volverse al lugar donde nació, las islas Feroe, comprar una casa en un pequeño pueblo costero invadido por la niebla y recogerse para componer. Y ya está preparando su primer álbum completo.

También está la música-no-apta-para-mentes-cerradas que crea el activista cultural, escritor y prohombre estonio Jaan Pehk. Acompañado de su guitarra y con los oídos puestos en las praderas y bosques del país báltico, Pehk, bajo el seudónimo artístico de Orelipoiss, es capaz de crear un vals que consigue que el oyente se evada a mundos de fantasía, como los que Roald Dahl describe en alguno de sus libros.

Y finalmente, Jenni Vartiainen (en la foto de portada). Esta estrella finlandesa del pop se dio a conocer en un concurso de talentos vocales pero pronto se desligó de la marca del programa. Sus canciones, desde hace años, huelen a las ancestrales tierras húmedas de los mil lagos de su país, saben a auroras boreales en noches perpetuas, causan un contraste de sensaciones similar al que se produce al salir de la sauna y sumergirse en un lago helado, o al leer un libro de Roald Dahl o…