Difíciles de entender para algunos, aparatosos y poco manejables para otros, los mapas son esos instrumentos que nos ayudan a ubicar calles, ciudades, ríos y montañas. Además de su innegable utilidad, los de algunas capitales nórdicas como Helsinki y Reykjavík se han convertido casi en objeto de arte invitándonos a recorrerlos al milímetro a través del papel. (Imagen: borgarmynd.com)
Con el auge de la tecnología smartphone y los gps todos los mapas parecen iguales. Se encuentran al alcance de la mano, como si el mundo se pudiera concentrar en un pequeñísimo dispositivo que cabe en cualquier bolsillo. Da igual si buscamos las coordenadas de una sinagoga en el Lower East Side de Manhattan o si queremos situarnos en el laberinto de callejuelas del Gran Bazar de Estambul: el color de la representación de los edificios, las calzadas y hasta el tipo de letra con el que se nombran las calles será prácticamente el mismo.
Cuando aún podíamos desplegar los mapas impresos en enormes piezas de papel, París se nos aparecía con formas y colores muy diferentes según la editorial o el autor que firmaba el plano. Sin embargo, no todo esto es cosa del pasado. En el Norte de Europa aún quedan instituciones y entidades que promueven y difunden el uso de cartografía artesanal haciéndola atractiva y accesible al visitante.
En Islandia, el colectivo Borgarmynd, en el que trabajan arquitectos, diseñadores y programadores informáticos, ha creado un mapa de Reykjavík conjugando a la perfección el dibujo a mano con los avances tecnológicos. Recorrer cada centímetro de esta obra de arte es entrar de lleno en la geografía de la capital islandesa. El proyecto ha supuesto 3.000 horas de trabajo, desde la realización de fotografías aéreas de la ciudad en un primer momento, el proceso de los datos, la posterior elaboración a mano de 186 acuarelas con todas y cada una de las manzanas que forman el entramado de los barrios, calles, edificios y árboles del centro de Reykjavík, coloreados tal y como corresponde en la realidad, hasta el ensamblaje digital de las piezas en photoshop y la impresión final.

El resultado es un espectacular mapa que, además, se puede disfrutar en formato digital, y que ha sido completado con fotografías y enlaces a los sitios más turísticos de la capital de Islandia, las tiendas imprescindibles o los restaurantes que el visitante (online o físico) no debe perderse. Lo que además tiene de peculiar este plano es que está vivo: el colectivo Borgarmynd lo va a actualizar cada primavera, añadiendo las nuevas edificaciones que se construyen en Reykjavík o los cambios en las fachadas que se llevan a cabo en algunos edificios. Con ayuda del dedo o del ratón, podemos desplazarnos en cuestión de segundos desde el magnífico auditorio Harpa, en el puerto de la ciudad, hasta los establecimientos más modernos del popular distrito 101.
Algo similar, aunque menos artesanal, ha puesto en marcha el ayuntamiento de Helsinki: un mapa interactivo imprimible y a escala en el que podemos analizar cada centímetro de la capital finlandesa a vista de pájaro y a todo color. Más allá del disfrute visual, en el plano podemos consultar el plan de tráfico de la urbe, la división administrativa y detalles de los parques y zonas naturales. Además, el consistorio helsinguiano incluye ahora un nuevo servicio de consulta sobre el callejero para saber qué hay detrás de los nombres más extravagantes de calles de la capital.

Por ejemplo, Leskirouva Freytag Kuja, o Calle de la Viuda Freytag, que homenajea a esta mujer de la alta sociedad que vivió en ese lugar del distritio de Viikki, que luchó incansablemente en el siglo XVII por las posesiones de su fallecido esposo llegando incluso a reivindicar sus derechos escribiendo a la famosa reina Cristina de Suecia. En el barrio de Tapaninkylä se encuentra Papukaija Zagulan Polku, plaza que recuerda al loro de la Condesa Manjefa Multanovskaja, que se convirtió en un exótico símbolo de la aristocracia residente en la zona.
Igual que ocurre con el plano artesanal de Reykjavík, el de Helsinki es -como la ciudad misma- un órgano vivo al que se van añadiendo las más de 100 calles nuevas que cada año se abren en la capital. Aunque la cartografía en papel haya pasado a convertirse en objeto de coleccionista, estos planos de ciudades nórdicas nos recuerdan que una vez las calles dibujadas en el papel se arrugaban y se difuminaban con las gotas de lluvia cada vez que abríamos el pliego dibujado, ese pliego que después nos resultaba imposible volver a doblar como lo encontramos al principio.